Este post es continuación de otros dos de hace la catapún (este de aquí y éste de acá). Os dejé en el punto en que me llevaba al huerto a mi Leica M6, ebay mediante. Esta entrada va de resaca, de crisis conyugal, lo que es una buena pista para entender la demora en su publicación: son cosas que duelen. Tampoco vayáis a entender mal: no hay divorcio inminente, pero he decidido que paso de monogamias, que quiero ser un moro con su harén, y a la que no le guste, pues a la calle. Y es que la Leica me ha salido caprichosa.
Mi cámara es una de las primeras unidades del modelo M6, lo que me garantiza que ha llovido un huevo desde que empezó a disparar. Para disipar dudas sobre su integridad me llegó con la factura de una reciente CLA (una puesta a punto en un servicio técnico) y bajo el aura del punto rojo. Era mía y nada iba enturbiar nuestra felicidad... nada, hasta que el indicador luminoso de sobreexposición le dio por no apagarse a ratos. Una pega relativa que sólo implicaba una lectura más incómoda del fotómetro, soportable ante la alternativa de negociar devolver la cámara al vendedor para que visitara de nuevo el taller de reparaciones en Alemania... quizás un par de meses sin la M6... aterrador.
Este pecado original lo llevé con resignación. Hasta que, transcurrido medio año, al fotómetro le dio por no desconectarse jamás, a costa de devorar pilas. Solución: acordarse de no arrastrar automáticamente el carrete tras cada foto para no armar el obturador, tiempo durante el cual el fotómetro se queda ciego y no gasta batería. Esto, y llevar los bolsillos llenos de pilas. Ay, ay, ay...
Total, me acostumbré a usar la M6 como si de una M4 se tratara: sin pila y con un fotómetro de mano, aunque la verdad, con un poco de práctica no es muy difícil clavar los tiempos...
Peeeero... llegó la tercera bofetada: a medio carrete la palanca de arrastre no arrastra! Se queda bloqueada con un sonido horroroso de rec-rec-rec... Probando probando lo "arreglé" desembragando el arrastre, rebobinando medio fotograma y avanzando de nuevo. Creí que podía ser cosa del calor que hubiera afectado al negativo (hablamos de un verano turco), pero la cosa se repitió cada unos cuantos carretes y hasta hoy. La cámara ya me daba un poco de grima...
Y llegamos al póker de las lamentaciones: se ha desajustado el telémetro! Me ha vuelto loco el tema, y es que ya pensaba en ir pidiendo hora a la Clínica Barraquer. El visor me engaña haciéndome situar el foco a un 80% de la distancia a la que deseo enfocar, así que o me reciclo a la fotografía de autor más hardcore o hago algo con la M6... Sí, vale, le he metido mucha caña a la pobre: un año y medio de viajes, de muchos kilómetros dentro de la maleta de la moto, alguna noche demasiado algre en la que la M6 ha besado el suelo... pero era el Increíble Hulk del fotografiar! O eso creía yo...
Lo emocionante de Leica es que las reparaciones son tan caras como la propia cámara. Lo habitual es llevarla a pasar el CLA a Alemania, donde si todo funciona bien y no hay nada a reparar te clavan sólo 600€. Esto confiere una exclusividad y un buen rollo a la marca que te provoca sudor frío a cada síntoma nuevo que aparece. Ya pensaba en revender la M6 cuando el señor Miquel Mbaz (de la tribu de los Mbaz, en Asturias Ecuatorial) me da una dirección de Pontevedra. Llamo sin mucha fe y me dicen que sí, que se la mande y la reparan por un presupuesto que me parece muy razonable. Así que esta mañana he hecho el paquete y he mandado la M6 de viaje. La acompaña el Summicron 50, que el pobre se pegó una leche de la que se resintió el anillo de diafragmas. Pues esto es todo, de momento. A la vuelta os cuento.
Mi cámara es una de las primeras unidades del modelo M6, lo que me garantiza que ha llovido un huevo desde que empezó a disparar. Para disipar dudas sobre su integridad me llegó con la factura de una reciente CLA (una puesta a punto en un servicio técnico) y bajo el aura del punto rojo. Era mía y nada iba enturbiar nuestra felicidad... nada, hasta que el indicador luminoso de sobreexposición le dio por no apagarse a ratos. Una pega relativa que sólo implicaba una lectura más incómoda del fotómetro, soportable ante la alternativa de negociar devolver la cámara al vendedor para que visitara de nuevo el taller de reparaciones en Alemania... quizás un par de meses sin la M6... aterrador.
Este pecado original lo llevé con resignación. Hasta que, transcurrido medio año, al fotómetro le dio por no desconectarse jamás, a costa de devorar pilas. Solución: acordarse de no arrastrar automáticamente el carrete tras cada foto para no armar el obturador, tiempo durante el cual el fotómetro se queda ciego y no gasta batería. Esto, y llevar los bolsillos llenos de pilas. Ay, ay, ay...
Total, me acostumbré a usar la M6 como si de una M4 se tratara: sin pila y con un fotómetro de mano, aunque la verdad, con un poco de práctica no es muy difícil clavar los tiempos...
Peeeero... llegó la tercera bofetada: a medio carrete la palanca de arrastre no arrastra! Se queda bloqueada con un sonido horroroso de rec-rec-rec... Probando probando lo "arreglé" desembragando el arrastre, rebobinando medio fotograma y avanzando de nuevo. Creí que podía ser cosa del calor que hubiera afectado al negativo (hablamos de un verano turco), pero la cosa se repitió cada unos cuantos carretes y hasta hoy. La cámara ya me daba un poco de grima...
Y llegamos al póker de las lamentaciones: se ha desajustado el telémetro! Me ha vuelto loco el tema, y es que ya pensaba en ir pidiendo hora a la Clínica Barraquer. El visor me engaña haciéndome situar el foco a un 80% de la distancia a la que deseo enfocar, así que o me reciclo a la fotografía de autor más hardcore o hago algo con la M6... Sí, vale, le he metido mucha caña a la pobre: un año y medio de viajes, de muchos kilómetros dentro de la maleta de la moto, alguna noche demasiado algre en la que la M6 ha besado el suelo... pero era el Increíble Hulk del fotografiar! O eso creía yo...
Lo emocionante de Leica es que las reparaciones son tan caras como la propia cámara. Lo habitual es llevarla a pasar el CLA a Alemania, donde si todo funciona bien y no hay nada a reparar te clavan sólo 600€. Esto confiere una exclusividad y un buen rollo a la marca que te provoca sudor frío a cada síntoma nuevo que aparece. Ya pensaba en revender la M6 cuando el señor Miquel Mbaz (de la tribu de los Mbaz, en Asturias Ecuatorial) me da una dirección de Pontevedra. Llamo sin mucha fe y me dicen que sí, que se la mande y la reparan por un presupuesto que me parece muy razonable. Así que esta mañana he hecho el paquete y he mandado la M6 de viaje. La acompaña el Summicron 50, que el pobre se pegó una leche de la que se resintió el anillo de diafragmas. Pues esto es todo, de momento. A la vuelta os cuento.
Ella, con la mirada triste: algo notaba...
Glups! Se fue...