Friday, April 30, 2010

Mi leica M6, 3ª parte: de las bodas de hiel o de cómo he mandado la telemétrica a terapia con un consultor sentimental gallego.




Este post es continuación de otros dos de hace la catapún (este de aquí y éste de acá). Os dejé en el punto en que me llevaba al huerto a mi Leica M6, ebay mediante. Esta entrada va de resaca, de crisis conyugal, lo que es una buena pista para entender la demora en su publicación: son cosas que duelen. Tampoco vayáis a entender mal: no hay divorcio inminente, pero he decidido que paso de monogamias, que quiero ser un moro con su harén, y a la que no le guste, pues a la calle. Y es que la Leica me ha salido caprichosa.

Mi cámara es una de las primeras unidades del modelo M6, lo que me garantiza que ha llovido un huevo desde que empezó a disparar. Para disipar dudas sobre su integridad me llegó con la factura de una reciente CLA (una puesta a punto en un servicio técnico) y bajo el aura del punto rojo. Era mía y nada iba enturbiar nuestra felicidad... nada, hasta que el indicador luminoso de sobreexposición le dio por no apagarse a ratos. Una pega relativa que sólo implicaba una lectura más incómoda del fotómetro, soportable ante la alternativa de negociar devolver la cámara al vendedor para que visitara de nuevo el taller de reparaciones en Alemania... quizás un par de meses sin la M6... aterrador.

Este pecado original lo llevé con resignación. Hasta que, transcurrido medio año, al fotómetro le dio por no desconectarse jamás, a costa de devorar pilas. Solución: acordarse de no arrastrar automáticamente el carrete tras cada foto para no armar el obturador, tiempo durante el cual el fotómetro se queda ciego y no gasta batería. Esto, y llevar los bolsillos llenos de pilas. Ay, ay, ay...

Total, me acostumbré a usar la M6 como si de una M4 se tratara: sin pila y con un fotómetro de mano, aunque la verdad, con un poco de práctica no es muy difícil clavar los tiempos...



Interior del visor, con las lucecitas rollo discotequero.

Peeeero... llegó la tercera bofetada: a medio carrete la palanca de arrastre no arrastra! Se queda bloqueada con un sonido horroroso de rec-rec-rec... Probando probando lo "arreglé" desembragando el arrastre, rebobinando medio fotograma y avanzando de nuevo. Creí que podía ser cosa del calor que hubiera afectado al negativo (hablamos de un verano turco), pero la cosa se repitió cada unos cuantos carretes y hasta hoy. La cámara ya me daba un poco de grima...

Y llegamos al póker de las lamentaciones: se ha desajustado el telémetro! Me ha vuelto loco el tema, y es que ya pensaba en ir pidiendo hora a la Clínica Barraquer. El visor me engaña haciéndome situar el foco a un 80% de la distancia a la que deseo enfocar, así que o me reciclo a la fotografía de autor más hardcore o hago algo con la M6... Sí, vale, le he metido mucha caña a la pobre: un año y medio de viajes, de muchos kilómetros dentro de la maleta de la moto, alguna noche demasiado algre en la que la M6 ha besado el suelo... pero era el Increíble Hulk del fotografiar! O eso creía yo...

Lo emocionante de Leica es que las reparaciones son tan caras como la propia cámara. Lo habitual es llevarla a pasar el CLA a Alemania, donde si todo funciona bien y no hay nada a reparar te clavan sólo 600€. Esto confiere una exclusividad y un buen rollo a la marca que te provoca sudor frío a cada síntoma nuevo que aparece. Ya pensaba en revender la M6 cuando el señor Miquel Mbaz (de la tribu de los Mbaz, en Asturias Ecuatorial) me da una dirección de Pontevedra. Llamo sin mucha fe y me dicen que sí, que se la mande y la reparan por un presupuesto que me parece muy razonable. Así que esta mañana he hecho el paquete y he mandado la M6 de viaje. La acompaña el Summicron 50, que el pobre se pegó una leche de la que se resintió el anillo de diafragmas. Pues esto es todo, de momento. A la vuelta os cuento.


La trouppe, preparada para la excursión.


Ella, con la mirada triste: algo notaba...


Empaquetados!


Atados...


Y bien atados!


Glups! Se fue...


Monday, April 26, 2010

Tractatus 22, porque casi es martes...

"Cualquier cosa está, por así decirlo, en un espacio de posibles estados de cosas. Puedo representarme vacío ese espacio, pero no la cosa sin el espacio." 2.013



Playa de El Prat de Llobregat+parada de bus+M6+cron50+Ektar100+mi dedo


Las circunstancias, claro...

Saturday, April 24, 2010

Trono para princesa, con coca-cola.


El trono y la Coca-cola. Con la LX3.

Tercera semana con trono.

Analicemos.

1. Los tronos se apuran. El estado de alguna de las patas hace temer por las principescas posaderas: un día de estos se van a pegar una leche...
Esto no es Mónaco.

2. Los tronos son de quita y pon, como bien muestran las roderas que pasan por debajo. De lo que se deduce que cuando hay trono a la vista la princesa no anda lejos. Así, un trono vacío no sólo es trono: es también pendón del principado, marca de soberanía, es anuncio.

3. Las princesas beben Coca-cola. O bebidas isotónicas. Azúcares, energía, hidratarse... Sudando la gota gorda o tiritando de frío, la vida a la intemperie puede ser una mala vida, pero difícilmente una vida fácil.

4. El camino que se pierde a la derecha admite dos usos: el agrícola y el de servicios. Ignoramos cuál de los dos supuestos ampara a las princesas.

5. La sustitución en la fotografía del grano por ruído nos delata otra infidelidad, en este caso perpetrada por el antropógrafo que toma registro de cuanto acontece en los márgenes de la carretera: he tenido que tirar de la cámara digital. La Leica M6 enfoca donde quiere, se ha desajustado el telémetro, ya os contaré. Pero no me molesta. Hubiera podido trabajar un revelado menos agresivo del RAW, incluso imitar el grano del Tri-X con el programa adecuado, pero me ha parecido un tanto idiota. Seguro que la próxima generación (tras superar lo digital gracias al advenimiento de la fotografía anal) echará de menos ese ruído tan bonito que tenían las primeras cámaras digitales... ¿os acordáis?

6. El antropógrafo ha disparado con un 24mm (equivalente). Muy de cerca. Tanta proximidad a veces salpica.

Esta semana mismo me sorprendió la llegada de la princesa en su coche oficial, conducido por su amigo (de cobro o de pago, eso ya no lo sé).
Aparcó delante mío antes de poder subirme a la moto y arrancar presto a otros reinos. Bajó el conductor mientras la princesa permanecía en el auto. Bajito, de mediana edad y con una sonrisa hiriente, me saludó para acto seguido inquirirme:

"¿Ha pasado algo? ¿Es usted policía?"


"No, no, qué va! Soy fotógrafo y estoy realizando una serie sobre bla, bla, bla..."
, contesté, mientras el tipo se sacaba la cartera del trasero, la abría y exhibía una placa así con muchos dorados de policía judicial. Sí, igual se la había comprado en un bazar de chinos, pero no sé qué perspectiva era peor. Me decidí por no perder la sonrisa, forzándola hasta el dolor de mandíbulas, del que todavía hoy me resiento. Imposté un tono de compadreo y camaradería que borrara el olor a miedo que debía desprender, me subí a la moto y arranqué. Me despedí con el brazo derecho en alto, en un plan más informal de como lo hacía Samaranch.

Ya en la moto, un solo pensamiento: "¿quién coño me manda a mí meterme en esta serie de los cojones?"

Friday, April 23, 2010

Por Sant Jordi, un libro: "El largo viaje" de Bernard Moitessier.

Falso Moitessier preparado para la tormenta...


Falso Moitessier bajo el chaparrón.

No nos engañemos, Él no lo haría.



A ver... me explico. Sí, ya sé que por Sant Jordi, en Catalunya, lo que toca es regalar una rosa, no fotografías de capullos, pero os ruego no me echéis en cara el pequeño homenaje de agua dulce que me he marcado en honor a Bernard Moitessier. A cambio os propongo una lectura que me hizo muy feliz: "El largo viaje".

Para mí el mar siempre ha sido una llamada en forma de susurro. Un día se transformó en grito, en pasión, y el culpable fue Bernard Moitessier, un loco de los mares que para nuestra felicidad escribió poco y bien.


El Joshua, durante el largo viaje. La foto, de Moitessier, claro.

Nació en Indochina. Recién pasada la adolescencia se hizo con un junco con el que pretendía llegar a Francia. Si la empresa ya era de por sí colosal (cruzar el Índico, doblar el cabo de Buena Esperanza, subir por el Atlántico, atravesar la zona de calmas ecuatoriales, que no nos pase nada en el golfo de Vizcaya y alehop!, hemos llegado), lo que nos situa a Moitessier en su justa medida es que no tenía ni pajolera idea de navegación, cero patatero. Lo solventó llenando el junco de libros de navegación que se iría estudiando por el camino. A la primera isla que encontró, naufragó.

En esa isla pilló un curro en una plantación de bananas, o de cocos o de ya no me acuerdo qué. El caso es que se tiró dos años allí, malviviendo, construyendo otro barco con el que continuar el viaje. Llegaría a Francia unos cuantos años después, tras una larga escala en Sudáfrica y otro naufragio en el Caribe. Por cierto, desde allí empezó a construirse otro barco con el que cruzar el Atlántico: un barco de papel mache, hojas de periódico embadurnadas de alquitrán. Afortunadamente, antes de terminar la embarcación se pudo enrolar en un petrolero con el que llegó a Francia.


El verdadero Moitessier con su yoga y su barba de competi.

Vale. Tenemos al tipo en Francia. 1968. Empieza el espectáculo. A Moitessier le empieza a hervir en la cabeza una idea: dar la vuelta al mundo en solitario y sin escalas. Era algo que estaba en el ambiente, a otros navegantes les picó el mismo gusanillo, el Sunday Times se entera y ofrece su Golden Globe para el ganador, dando forma a la que sería una de las regatas que más literatura han generado de todos los tiempos (impresionante la historia del Donald Crowhurst, quien encabezó durante meses la regata: radió toda su aventura fondeado en Brasil para cortar toda comunicación cuando se le suponía de vuelta; encontraron su velero vacío y a la deriva meses después en medio del Atlántico).

Moitessier deja mujer e hijos en el continente y zarpa. 1968. Los instrumentos de navegación son muy parecidos a los del almirante Nelson. No cargará con la radio, por lo que en diez meses sólo logrará comunicar una vez con el mundo exterior: al cruzarse con un mercante y gracias a un tirachinas.


La vuelta al mundo.

Cruzar el Ecuador y doblar los cabos de Buena Esperanza, de Leeuwin y de Hornos, y vuelta para a casa. Demasiado sencillo para Moitessier. "El largo viaje" es un viaje fascinante no sólo alrededor del globo: también al interior del marinero francés, cuya mente se expande a medida que traga millas y cada vez es menos un viaje solitario al emerger la presencia del propio barco, el Joshua (en honor al americano Joshua Slocum, quien a caballo de los siglos XIX y XX sería el primer navegante en circunnavegar la Tierra en solitario).

Así, "El largo viaje" empieza como un aséptico diario de navegación. Pero al después de unos meses su protagonista ya es una especie de San Francisco de los mares y el libro, poesía. Doblará el que debía ser su último cabo, el de Hornos; junto a las Malvinas la proa apunta ya a Europa, pero Moitessier no siente todavía la necesidad de volver a casa. Virará a estribor y decidirá continuar doblando cabos: a la mierda Europa, su mujer y los niños. Volverán el cabo de Buena Esperanza y el de Leeuwin y, una vez en los mares del sur, el final del viaje, un punto y seguido en el que recalar la vida, de momento...


La ruta del Joshua en el largo viaje.

Tuesday, April 20, 2010

Tractatus 21.

"El estado de cosas es una conexión de objetos (cosas)." 2.01



Ya, pero a veces el estado de cosas es la música del azar, y suena tan bien la cosa que uno no puede más que dudar si éste, el azar, existe...


Friday, April 16, 2010

El trono de Les Cases Roges


M6+Elmarit28+Tri-X

Si en Amsterdam cuentan con el Barrio Rojo, un país tan "a la page" como el nuestro no podía quedarse atrás, así que en la N-340, cerca de Vilafranca del Penedès, habita este trono de Les Cases Roges. Si es que somos de un cosmopolita para cagarse! Vale, un poco cutrón, pero me río yo de los escaparates del Rosse Buurt: nuestras carreteras son un mercado al por mayor del amor por horas (o por minutos, que la cosa va fluída).

Estas investigaciones sobre los márgenes de los caminos me han señalado que, más que princesas, lo que abundan son mangantes: como el de la fotografía que encabeza la entrada, no pocos de los tronos de estos principados de mentirijilla están amarrados a tierra con gruesas cadenas. El trono se somete así al rebufo de la carretera, sin peligro que su rugido se lleve algo tan frágil e invisible...

Sunday, April 11, 2010

Trono para jinetera. El pecado, a la derecha.


Leica M6+Cron50+Tri-X

Silla, cleenex, agua mineral, protector solar y un vacío junto a la autovía que llena el lugar de una especial significación. Es un vacío que implica un lleno, y los carteles acusadores gritan: "a la derecha, a la derecha, a la derecha..." Mucha moralina compensada con otro tanto de broma fácil: "hípica", "depuradora"... quizás una chica con sentido del humor. Quizás no. La tenemos fuera de plano, a ella y al señor putero. Todas las pruebas son circunstanciales, epidérmicas, superficiales... Un territorio donde la cámara se mueve cómodamente, como esas otras que aparecen tras el crimen en un CSI de cualquier cadena de TV, cámaras lentas, cámaras que llegan tarde, que quieren llegar tarde.

Friday, April 9, 2010

Simetría aparente. O de cómo los guiris se guardan la cartera.



Guiri precavido vale por dos. Y encima te guardan el culo caliente! Y es que la sensibilidad en el trasero no va a ser sólo patrimonio gay, digo yo.
A cambio, un brazo rollo paternal encima de la chica: ella contenta, y él con un importante punto de apoyo a la que la ingesta etílica pasa a mayores.


Wednesday, April 7, 2010

Martes XIX de Tractatus. En miércoles.

"Lo que no podemos pensar no lo podemos pensar; así pues, tampoco podemos decir lo que no podemos pensar." 5.61 (fragmento)



"Lo he dicho sin pensar!", dijo tras pensar lo dicho... Nada, ni caso, pensaba en voz alta.

...

En este Tractatus mucho comentar entradas pero no nos movemos de donde estábamos. La entrada de hoy huele a la del Tractatus XVI, ésa en la que Francesc Vera me contestó que precisamente por la imposibilidad de contarlo todo con palabras hay quien saca fotografías. O regala flores. Una de las frases más manidas de la bloguesfera fotográfica se la debemos a Lewis Hine: "Si pudiera contarlo con palabras, no me sería necesario cargar con una cámara", y a buen seguro que lo decía de corazón, que al pobre todavía le tocó cargar con cámaras de placas de cristal buena parte de su carrera...

Hay una imagen que me parece especialmente atractiva: era habitual que Ludwig Wittgenstein (en las tertulias de un Círculo de Viena al que nunca se quiso integrar) se levantara del sillón, pillara un libro de poesías y se pusiera de cara a la pared a recitar en voz alta durante un par de horas, ante el estupor de los presentes.

Supongo que hay un montón de operaciones que poco casan con la aritmética. La estética, por ejemplo, no entiende de sumas y restas. Pero entender, entiende, he ahí la paradoja... Así que imaginémonos que, de repente, nos encontramos ante una realidad sobre la que no somos capaces de pensar nada, pero que nos provoca una compulsiva necesidad de ir a por la cámara fotográfica para extraer aquello indecible. Click. Ya la tenemos. Bueno, vale, nos esperamos a revelarla.

Ahora estamos ante la foto, la foto de aquello que no puede ser dicho ni pensado. Y empezamos a gozar como locos, o un poco menos, da igual. Quizás esa foto no es ni nuestra: bien por el fotógrafo! La coña viene ahora: ¿qué podemos decir de esa foto?

Si lo podemos decir todo, ya no hay foto, la hemos agotado: ya podemos contarlo con palabras.
Si no podemos decir nada (y, la verdad, cuesta un rato quedarse callado) parece que le demos carta blanca al todo vale. Y no todo vale.

Como el goce estético no lo mide un erectómetro, empieza entonces un juego en el que las palabras rodean la fotografía mientras ésta huye de las palabras. Casi que como los rusos y Napoleón: al corso sólo le dejaban ocupar tierra quemada, ciudades ya abandonadas. Así la fotografía logra salvarse de la carnicería. O no y se acabó.

Pero no siempre las palabras se refieren a lo pensado. Volvamos a esas palabras que envuelven, juguetean, flirtean con la imagen de lo no decible... Imaginemos unas palabras que no buscan la aniquilación de lo dicho, sino que aceptan otras presencias, casi como un tantra del lenguaje, como una sombra de algo situado más allá del límite del lenguaje... La magnitud del embrollo la radiografía Lacan, y es que encima nosotros "no hablamos, sino que somos hablados por el lenguaje". Toma ya.






Monday, April 5, 2010

Primera Primavera



A 5 de abril y sin haberle dado la bienvenida a la Primavera... Mal! Lo vamos a enmendar con una lluvia de flores sobre una pared todavía gélida, pero por poco tiempo, que la vida explota y nos va a mandar al frío a tomar viento, bien noqueado hasta el próximo invierno...
A todas las frioleras y frioleros, feliz Primavera! Y a los que no, pues también.