"Lo he dicho sin pensar!", dijo tras pensar lo dicho... Nada, ni caso, pensaba en voz alta.
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En este Tractatus mucho comentar entradas pero no nos movemos de donde estábamos. La entrada de hoy huele a la del Tractatus XVI, ésa en la que Francesc Vera me contestó que precisamente por la imposibilidad de contarlo todo con palabras hay quien saca fotografías. O regala flores. Una de las frases más manidas de la bloguesfera fotográfica se la debemos a Lewis Hine: "Si pudiera contarlo con palabras, no me sería necesario cargar con una cámara", y a buen seguro que lo decía de corazón, que al pobre todavía le tocó cargar con cámaras de placas de cristal buena parte de su carrera...
Hay una imagen que me parece especialmente atractiva: era habitual que Ludwig Wittgenstein (en las tertulias de un Círculo de Viena al que nunca se quiso integrar) se levantara del sillón, pillara un libro de poesías y se pusiera de cara a la pared a recitar en voz alta durante un par de horas, ante el estupor de los presentes.
Supongo que hay un montón de operaciones que poco casan con la aritmética. La estética, por ejemplo, no entiende de sumas y restas. Pero entender, entiende, he ahí la paradoja... Así que imaginémonos que, de repente, nos encontramos ante una realidad sobre la que no somos capaces de pensar nada, pero que nos provoca una compulsiva necesidad de ir a por la cámara fotográfica para extraer aquello indecible. Click. Ya la tenemos. Bueno, vale, nos esperamos a revelarla.
Ahora estamos ante la foto, la foto de aquello que no puede ser dicho ni pensado. Y empezamos a gozar como locos, o un poco menos, da igual. Quizás esa foto no es ni nuestra: bien por el fotógrafo! La coña viene ahora: ¿qué podemos decir de esa foto?
Si lo podemos decir todo, ya no hay foto, la hemos agotado: ya podemos contarlo con palabras.
Si no podemos decir nada (y, la verdad, cuesta un rato quedarse callado) parece que le demos carta blanca al todo vale. Y no todo vale.
Como el goce estético no lo mide un erectómetro, empieza entonces un juego en el que las palabras rodean la fotografía mientras ésta huye de las palabras. Casi que como los rusos y Napoleón: al corso sólo le dejaban ocupar tierra quemada, ciudades ya abandonadas. Así la fotografía logra salvarse de la carnicería. O no y se acabó.
Pero no siempre las palabras se refieren a lo pensado. Volvamos a esas palabras que envuelven, juguetean, flirtean con la imagen de lo no decible... Imaginemos unas palabras que no buscan la aniquilación de lo dicho, sino que aceptan otras presencias, casi como un tantra del lenguaje, como una sombra de algo situado más allá del límite del lenguaje... La magnitud del embrollo la radiografía Lacan, y es que encima nosotros "no hablamos, sino que somos hablados por el lenguaje". Toma ya.
Interessant això que dius. Jo penso que les fotografies surten del prestatje del costat de les paraules. Per aixo s'hi entenen tan be.
ReplyDeleteL'altra és fer servir el mateix prestatge. Un rebost desendreçat pot donar bones sorpreses...
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