Si en Amsterdam cuentan con el Barrio Rojo, un país tan "a la page" como el nuestro no podía quedarse atrás, así que en la N-340, cerca de Vilafranca del Penedès, habita este trono de Les Cases Roges. Si es que somos de un cosmopolita para cagarse! Vale, un poco cutrón, pero me río yo de los escaparates del Rosse Buurt: nuestras carreteras son un mercado al por mayor del amor por horas (o por minutos, que la cosa va fluída).
Estas investigaciones sobre los márgenes de los caminos me han señalado que, más que princesas, lo que abundan son mangantes: como el de la fotografía que encabeza la entrada, no pocos de los tronos de estos principados de mentirijilla están amarrados a tierra con gruesas cadenas. El trono se somete así al rebufo de la carretera, sin peligro que su rugido se lleve algo tan frágil e invisible...
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