Con la LX3, callejeando Barcelona con nocturnidad.
Más que cuesta de enero, la cosa se pone como de empalmar el Angliru y el Tourmalet. Lo jodido es que el puerto no lo veo ni en primavera, así que fijo que antes me pilla la pájara. Eso, o mando la bici a tomar viento y yo a recoger flores de colores.
Mientrastanto, en la ciudad, hay a quien sigue desquiciándole el comprar y comprar y comprar... Se merecen un monumento. O dos. En el sistema actual no nos mueve el dinero: nos mueve el propio movimiento. Y es que a nuestro sistema económico lo encuentro de una belleza aterradora de tan absolutamente abstracto. Para entenderlo, no hacen falta ni euríbors ni historias: simplemente se requiere un velocímetro. Cuanto más follada sea la velocidad de transmisión, mejor. Una economía sostenible se equivoca si procura reducir la velocidad: de lo que se debe preocupar es de que lo que vaya rápido (lo que se transmita) sea muy chorras. Sustituir petróleo por besos, por ejemplo.
De poner orden a toda esta empanada mental va esta serie.
Mientrastanto, en la ciudad, hay a quien sigue desquiciándole el comprar y comprar y comprar... Se merecen un monumento. O dos. En el sistema actual no nos mueve el dinero: nos mueve el propio movimiento. Y es que a nuestro sistema económico lo encuentro de una belleza aterradora de tan absolutamente abstracto. Para entenderlo, no hacen falta ni euríbors ni historias: simplemente se requiere un velocímetro. Cuanto más follada sea la velocidad de transmisión, mejor. Una economía sostenible se equivoca si procura reducir la velocidad: de lo que se debe preocupar es de que lo que vaya rápido (lo que se transmita) sea muy chorras. Sustituir petróleo por besos, por ejemplo.
De poner orden a toda esta empanada mental va esta serie.
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