Thursday, January 20, 2011

Leica en el siglo XXI.




Gisèle Freund fotografiando (a pares) a Walter Benjamin en la Biblioteca Nacional, 1939. Por una vez, quien se mueve sí sale en la foto.


"En aquella época, en las bibliotecas, se veían cosas increíbles. En una de ellas, me encontré con un director tan viejo que la baba se le deslizaba por el mentón y le chorreaba por encima de la mesa. Las bibliotecarias creían que yo iba a fotografiar el lugar, los estantes de los libros. Lo hacía, por supuesto; pero lo que me interesaban, sobre todo, eran las personas.
Era mi primer reportaje de envergadura en Francia, y me llevó meses realizarlo. En parte, se publicó aquel mismo año, en Vu."

Gisèle Freund a "Gisèle Freund" de Rauda Jamís, ed. Circe.

En la entrada de hoy continuamos con el párrafo siguiente al expuesto en la entrada de ayer. En ella Gisèle Freund contaba cómo tuvo que comprarse una cámara de mentira porque su Leica no parecía de verdad. Esa entrada la ilustré con una foto tomada no con la Leica de la que ya os he hablado en una, dos y hasta en tres ocasiones, sinó con mi teléfono móvil:




Gisèle Freund expone fantásticamente bien lo que supuso la aparición de la primera Leica. Esta cámara redujo radicalmente la resolución estándard de la época (del 6x9 o 6x6 pasó a inventarse el 35mm, aprovechando las colas de negativo cinematográfico). La polémica (en su momento) pérdida de calidad se compensó con una cámara de una portabilidad nunca vista hasta la fecha. El mito de Leica lo debe a lo discreto de su fotografiar. Calidad óptica y constructiva cimentaron esta fama, pero no fueron estos los aspectos que abrieron las puertas a una manera distinta de hacer fotografías. Si con una Leica se podían hacer fotos diferentes era debido a su invisibilidad.

Quien hizo poesía con esa discreción leiquera fue Henri Cartier Bresson. Y no lo digo por sus fotos (que también). HCB compone sus primeros versos con unos pasos de baile alrededor de lo que su ojo acecha. Los primeros segundos de visionado del siguiente vídeo son suficientes para gozar sus pasos:



Leica gestó un instrumento que facilitaría otro tipo de reportaje. De eso hace 85 años. Una concepción todavía vigente y con numerosas derivadas: "street photography", "candid photography", "derivas fotográficas"... Evidentemente ya no hace falta una Leica para fotografiar a lo Leica. De hecho, la obsolescencia de numerosos aparatos fotográficos los ha convertido en invisibles. O que se lo pregunten a Luís Baylón, danzando por la calle con la Rolleiflex que heredó de su padre, una cámara enorme, deliciosa y jurásica:


No obstante, puestos a desaparecer, una cámara que me parece prodigiosa es la propia del teléfono móvil. Siempre dispuesta en el bolso o el bolsillo, siempre allí, siempre... La absoluta, total y despiadada dependencia del teléfono al menos nos proporciona la oportunidad de poder tomar cuando gustemos unos apuntes fotográficos.

(Inserto de un párrafo fugaz como la foto con móvil: el teléfono movil hereda de Leica su invisibilidad; pero aporta a su vez otros matices que alteran nuestra percepción de la imagen fotográfica: la fotografía es ubícua, se fotografía todo y se fotografía siempre. El invento de la intimidad nos va a quedar tocado. Pero esto será ya otra entrada, o no...)

Sobre fotógrafos de teléfono móvil, me gustaría compartir con vosotros un par de ejemplos que son los que me han convencido de tomarme esto en serio.

El primero de ellos es un tanto lejano, un mallorquín residente en NY y amigo de un amigo que fue quien me habló de él y de cómo armado con un I-Phone estaba haciendo un carrerón espectacular que, vistas las fotos, es bien merecido. Se trata de Sion Fullana y os apunto su dirección de Flickr y la de su página web. El paseo bien vale la pena, street photography pura y dura, de la que te salpica asfalto:



Y ya más a mano os presento a Pau Guerrero, amigo directo además de vecino, gran fotógrafo y otras muchas más cosas que me voy a callar. La calle la mira tomando más distancia, prefiriendo el paisaje urbano a la gente a bocajarro:



Buen invento, pues, el de estas cámaras con teléfono. Creo que será cuestión de probar fortuna antes de que nos pille la siguiente revolución digital y nos veamos haciendo cola para hacernos con un supisitorio Nikon con el que fotografiar por retaguadias.


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