Cualquier tipo que se tome un par de semanas de vacaciones, sin tener interés especial en la fotografía, fácilmente volverá del viaje con dos o tres mil imágenes. De éstas, sólo unas pocas las pasará a papel, mediante su impresora doméstica. En un par de años, esa copia será un papel con una imagen de palidez fantasmagórica.
Cuando quiera recuperar el archivo, se puede encontrar con un extenso abanico de posibilidades: que las haya perdido porque el disco duro petó; que estén fuera de su alcance porque duermen en el ordenador de su ex; que no la encuentre entre 30.000 fotos almacenadas sin criterio alguno; que la pereza le pueda; etcéteras diversos. Esto, en dos años. La dificultad de encontrar la foto se multiplica exponencialmente con el paso del tiempo. Esa caja de zapatos con una docena de fotos de los abuelos, ¿hay alguien capaz de imaginarse su equivalente dentro de un par de generaciones?
Pero todo el mundo hace fotos. A todo lo que se mueve. A todo momento.
¿Qué empuja a un ser humano, sin una especial inclinación fotográfica, a emprender una actividad aparentemente tan vacía de significado? Gastarse centenares de euros en equipos que se deben renovar constantemente, jugarse el pellejo poniendo a prueba la paciencia de su pareja, carretear todo el día una máquina que interfiere su relación con el mundo... ¿Para qué?
Creo que la clave estriba en la derrota de la memoria. Se asume que cada momento es una pérdida, un momento que no hace falta recordar porque ya lo recoge la cámara, con una precariedad calculada para la extinción total de ese momento. Lo que se hace fotografiando es una celebración: la celebración del presente como absoluto. Es el mismo presente que nos mantiene siempre jóvenes, que destierra la vejez y los muertos, la negación del ayer y del mañana.
FICHA TÉCNICA: SONY-ERICSSON K810i
Cuando quiera recuperar el archivo, se puede encontrar con un extenso abanico de posibilidades: que las haya perdido porque el disco duro petó; que estén fuera de su alcance porque duermen en el ordenador de su ex; que no la encuentre entre 30.000 fotos almacenadas sin criterio alguno; que la pereza le pueda; etcéteras diversos. Esto, en dos años. La dificultad de encontrar la foto se multiplica exponencialmente con el paso del tiempo. Esa caja de zapatos con una docena de fotos de los abuelos, ¿hay alguien capaz de imaginarse su equivalente dentro de un par de generaciones?
Pero todo el mundo hace fotos. A todo lo que se mueve. A todo momento.
¿Qué empuja a un ser humano, sin una especial inclinación fotográfica, a emprender una actividad aparentemente tan vacía de significado? Gastarse centenares de euros en equipos que se deben renovar constantemente, jugarse el pellejo poniendo a prueba la paciencia de su pareja, carretear todo el día una máquina que interfiere su relación con el mundo... ¿Para qué?
Creo que la clave estriba en la derrota de la memoria. Se asume que cada momento es una pérdida, un momento que no hace falta recordar porque ya lo recoge la cámara, con una precariedad calculada para la extinción total de ese momento. Lo que se hace fotografiando es una celebración: la celebración del presente como absoluto. Es el mismo presente que nos mantiene siempre jóvenes, que destierra la vejez y los muertos, la negación del ayer y del mañana.
FICHA TÉCNICA: SONY-ERICSSON K810i
Molt interesant eixa idea de la derrota de la memòria, Isidre. M'agrada la idea i la formulació. Pel que fa a la cel·lebració del present que indiques resulta aclaridor i interesant el llibre de Serge Tisseron El misterio de la cámara lúcida.
ReplyDeleteInteresante el punto de vista. Pero yo no diría que se trata de una derrota de la memoria, sino del presente: El momento en que fotografiamos lo perdemos para siempre y a cambio de esa pérdida ganamos una frágil memoria que a veces ni siquiera logramos administrar bien. Es un trueque, un negocio tal vez no muy bueno... y también una paradójica forma de celebrar el presente.
ReplyDeleteMe gusta este blog porque reflexiona sobre la fotografía. Lo seguiré visitando.
Saludos.